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Encrucijada

 

6:00 AM

 

- “¡Sal ya! Vamos a llegar tarde” – Reclaman desde el patio de la casa.

- ¡Dios! ¿Cuál es el atore? – Pienso yo.

 

Bañado. Vestido. Listo para salir. Pero, como siempre, antes de montarme en el carro, “el toqueteo técnico”. Mano derecha al bolsillo derecho ¿celular? Check. Mano izquierda al bolsillo izquierdo ¿llaves? Check. Mano derecha al bolsillo trasero ¿cartera? Check.

 

De 10,5 x 9 centímetros, hecha de cuero marrón claro que se ha oscurecido con el tiempo y varias caídas al mar, mi cartera guarda algunas partes de la historia de mi vida.

 

Mi cédula de identidad vencida en 2007, una fotocopia plastificada de mi cédula de identidad no bolivariana en blanco y negro, un carnet de la UCV que sólo dios sabe cómo se partió por la mitad, tarjetas del banco, carnet del seguro y de Locatel, un olvidado calendario de 2010 y uno igual de inútil de 2011, 23 tarjetas de presentación, 104 Bs. repartidos en un billete de 100 y dos de dos, facturas, recibos de cajeros, papelitos con “ideas geniales” y una cruz de palma de 3,4 x 2,3 centímetros, cuyas dos palmitas se unen perpendicularmente con hilo gris y marrón oscuro amarrado en forma de “X”. En la base de la cruz se lee LEO en marcador azul.

 

Desde 1770 viene la tradición que hoy se conoce como “los palmeros de Chacao”. Estos creyentes suben al Ávila el “viernes de concilio” y bajan con palmas que serán bendecidas el “domingo de ramos”. Esas palmas benditas se machacan y amarran hasta que se convierten en cruces pequeñas, medianas y grandes, que los feligreses guardan o regalan a sus seres queridos como muestra de fe o para protección. Todo el poder de Dios en tan pocos centímetros de frágil vegetal. O, mejor aún, como diría el genio de la lámpara de Aladino: “Poderes cósmicos, fenomenales y todo… Aquí dentro de esta crucecita”.

 

- ¿Tú crees en Dios Leo? – Una pregunta que me persigue como las rémoras a los tiburones.

 

Mis padres, en una decisión que dejó boquiabierta a la familia, igual que cuando avisaron que se casarían un día antes de la boda por el civil, deciden no bautizarme. No porque les dé flojera la burocracia eclesiástica o porque no quieren que padrinos o madrinas se metan en las decisiones importantes sobre mi vida, sino porque sienten que el bautizo, más que una bendición a esta edad en que aún no digo ni "agugu tata", sería una imposición.

 

Fui libre de escoger mi religión. No me bauticé nunca.

 

Sábado, 10 de octubre de 2009. Miku Fedor coloca el balón sobre el punto penal, a doce pasos de la portería que defiende el paraguayo Justo Villar. Un gol significa esperanzas reales para la vinotinto en el juego y en la eliminatoria para ir a Sudáfrica 2010. Con la mano derecha me persigno, dibujo la cruz que empieza en la frente y termina en la boca. Justo en el momento del impacto del balón cierro la cruz con un beso. Falló. No vamos a bailar Waka-Waka.

 

Ya en el carro, reviso si tengo dinero suficiente para desayunar en la cartera. La crucecita sigue ahí, como símbolo de una gran amistad más que de cualquier otra cosa.

 

- ¡Eliseíto, hay que bautizar a estos muchachos! – eepiten constantemente mi abuelita y una tía todos los viernes por la tarde cuando las visitamos después del colegio. Ahora en plural, ya somos tres hermanos.Tres veces me han robado el celular. Dos veces a los coños de madre les dio tiempo de revisar mi historia, de ver qué podían sacar de mi cartera. Curiosamente la cruz, con todo su poder divino, no llamó su atención. Preferían ver cuánto efectivo cargaba y hasta ir a pasear al banco un rato. La verdad, la cruz tampoco me protegió de los malhechores. Tal vez, porque estaba vencida, era edición 2003. Tal vez porque no estoy bautizado.

 

Terminé de desayunar. La señora en la caja me cuenta sus proyectos de remodelación del local, mientras saco el efectivo de la cartera. Pago. Y me despido.

 

- Seguro todo le saldrá bien. – le digo.

- Dios mediante. ¿Tú crees en Dios Leo? – responde.

LEO

© 2013 Leonardo Sierra.

SIERRA

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